La familia es el lugar seguro de cada niño.

En la última década, vino a invadirnos una serie de ideas que intentan acabar con la institución de la familia, en consecuencia, se ha empoderado a la mujer empujándola a competir directamente con los hombres, todo esto en base a una competencia casi desleal, pues sabemos que existen diferencias fÃsicas, biológicas y emocionales entre hombres y mujeres, sin embargo, nos han empujado a una carrera en donde ambos sexos disputan la titularidad en la carrera, sobre quién es mejor que quien.
Y, en medio de todo esto, nacieron los hijos, niños que hoy ya son adolescentes y crecieron prácticamente a su suerte, pues tanto padres y madres se lanzan al mundo laboral dejando a sus hijos a merced de una niñera o de aparatos electrónicos.
No digo que eso esté mal, pues sabemos también de las necesidades económicas por las que una familia puede atravesar, pero a lo que voy es que toda esa competitividad, ese alimento ególatra, han dejado de lado a sus hijos, pues la mayorÃa, llegan a sus casas y casi nunca se sientan a conversar con sus hijos, no generan ese vÃnculo, esa cercanÃa con los chicos, por el contrario, le dan el celular o la Tablet para que se queden tranquilitos y sin molestar a los mayores.

Todo eso, arrojó una generación de adolescentes disfuncionales y completamente ineptos ante el fracaso y no es un invento, lo vimos en las noticias, lo vemos en las redes a diario.
Cada vez, son más los adolescentes que presentan problemas de conducta, realizan actos impensados y uno se pregunta ¿Dónde están sus padres? Y es aquà donde no podemos evitar comparar con generaciones anteriores, los que crecimos bajo el brazo o el ala de mamá y papá, o mamá sola, pero presente. Yo no veo más que siquiera haya reuniones de padres en los colegios, o mamás que vayan a conversar con la profesora a preguntar que tal les va a sus hijos, o que compartan tiempo de calidad con los chicos.
Después suceden las cosas y tarde son los lamentos. No quiero desglosar ningún caso mediático en particular, simplemente, quiero hacer un mea culpa y un llamado a los padres para nos volvamos a involucrar en la vida de nuestros hijos, a veces, no se trata de cantidad, sino de calidad.
No olvidemos que los niños y adolescentes son como esponjas que absorben todo lo que sucede en entorno y, si nosotros como adultos inculcamos las buenas costumbres, estoy seguro de que tendremos una generación sana y útil a la sociedad.